Alguns poemas de Ángel Valente
Ángel Valente, Ourense 1929 - Genebra 2000. Esteve vinculado ao chamado "grupo poético de los 50" ou "generación del medio siglo", ainda que a sua percura duma expressão poética própria afastou-o de compromissos. Os seus ensaios sobre o fenómeno poético são essenciais para compreender o panorama poético espanhol da segunda metade do passado século. Traduziu Donne, Keats, Montale, Celan e Cavafis, entre outros. Foi prémio da Crítica espanhola em 1960 e 1980, "Príncipe de Asturias de las Letras" em 1988 e Nacional de Literatura em 1993.
A PANCHO, MI MUÑECO
Perdona, viejo Pancho, el no ser por mi culpa
más que esto que eres,
el muñeco de un hombre.
Jamás podrás decir cómo te he obligado
a hacerme compañía:
sea nuestro secreto.
Yo te he liberado de una muerte temprana
(perdóname de nuevo)
entre la ingenua flor de la juguetería.
Te he librado por pena,
acaso por terror,
acaso por creer
(comprendo que no es cierto)
que me pertenecías.
Viejo Pancho de trapo,
de dulce trapo verde,
escribo este poema
copiándote de cerca,
del natural. ¡A ti!
A ti: quién lo diría.
Qué pocos lo dirían
que no te conociesen.
Y esto eres ahora,
el muñeco de un hombre.
Ya sé yo que aquel día
jamás te hubiese visto
a no ser por tus labios,
por tus inmensos labios
y tu enorme nariz
y tus zapatos, Pancho.
Porque tú, Pancho mío, no estabas esperándome.
Esperabas los ojos asombrados de un niño,
el paquete cerrado con lazos cuidadosos,
el grito de alegría.
¿Pero acaso -contesta-
no me has hecho mirarte
con los ojos remotos de otro niño olvidado?
Tú callas.
Sí, no ignoro
que no puedo engañarte.
Aquel niño no existe.
Acompañas a un hombre
que te obliga a durar
entre papel y días
y libros y sus sueños.
Qué historia, viejo Pancho,
durar a duras penas
de un lunes a otro lunes,
de un otoño a otro otoño,
mudar la risa en llanto,
el llanto en vida nueva,
los días en más días.
Te digo que estoy vivo,
en suma. Ya me entiendes.
Tú tienes tu casaca
con un remiendo sólo,
tu cuello almidonado
con su lazo impasible,
el gorro siempre puesto
(no te descubras nunca)
la negra piel de trapo
y los brazos abiertos
casi crucificados.
Porque también a ti
te hicieron (¡tan grotesco!)
hermoso Pancho mío, a nuestra imagen.
NO INÚTILMENTE
Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de las palabras.
No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres.
Te respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué boca
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.
Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.
Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.
(de La memoria y los signos, 1960/65)
La primera caída de la nieve
y el silencio tenaz de la naturaleza
en el amanecer.
Me esfuerzo en descifrar un pájaro.
¿No acudirá en definitiva el día
mudo en el antedía
de tanta claridad?
Late en mi mano un pájaro,
la longitud entera de su vuelo
en el primer silencio de la nieve.
¿Quién eres tú?
¿Qué despierta contigo
en este despertar?
(de Mandorla, 1980/82)
XXX
Venías, ave, corazón, de vuelo,
venías por los líquidos más altos
donde duermen la luz y las salivas
en la penumbra azul de tu garganta.
Ibas, que voy
de vuelo, apártalos, volando
a ras de los albores más tempranos.
Sentirte así venir como la sangre,
de golpe, ave, corazón, sentirme,
sentirte al fin llegar, entrar, entrarme,
ligera como luz, alborearme.
(de El fulgor, 1983/84)
HOMAXE
Si fóramos ainda pola noite,
pola mollada noite das areas,
si contigo tivéramos ollado
o mar,
si as mesmas verbas foran,
eiquí e agora, nosas,
si coma ti morréramos,
para máis non morrer, na raia
onde se axunta o deus
co valeiro do deus
e xurde unha luz nova,
si para sempre as augas navegáramos
onde ficache ó fin desnudo,
e si de mau en mau
nos díramos a prenda e o sinal
do teu futuro ou do teu soño.
Mais ti voltache
como voltan os héroes e os reis mortos
na non distinta luz do mencer.
Na fiestra valeira
deixache qué: un coitelo,
o gume agudo dunha verba
pendurada no ar, teu desdibuxo
e tua côr de esquenzo.
Latexa a frol do ar.
(de Cántigas de alén, 1980/96)
Si después de morir nos levantamos,
si después de morir
vengo hacia ti como venía antes
y hay algo en mí que tú no reconoces
porque no soy el mismo,
qué dolor el morir, saber que nunca
alcanzaré los bordes
del ser que fuiste para mí tan dentro
de mí mismo,
si tú eras yo y entero me invadías
por qué tan ciega ahora esta frontera,
tan aciago este muro de palabras
súbitamente heladas
cuando más te requiero,
te digo ven y a veces
todavía me miras con ternura
nacida sólo del recuerdo.
Qué dolor el morir, llegar a ti, besarte
desesperadamente
y sentir que el espejo
no refleja mi rostro
ni sientes tú,
a quien tanto he amado,
mi anhelante impresencia.
(Elegía: fragmento)
(de Fragmentos de un libro futuro, 1991/2000)
CORONA FÚNEBRE
Estaba el muerto sobre sí difunto.
Corrieron las estólidas cortinas de la patria
sobre su incorruptible podredumbre.
Señor opaco de las moscas.
Su reino no era de este mundo
ni de otro mundo.
Improvidente error
y largos cementerios sin fin bajo la luna.
De la muerte nos diera innúmeras versiones.
Padre invertido: nos desengendraba.
Viva la muerte, en círculo dijeron
con él los suyos.
Viva, con él, al fin la muerte.
La muerte, sus bastardos, sus banderas.
(1975)
A PANCHO, MI MUÑECO
Perdona, viejo Pancho, el no ser por mi culpa
más que esto que eres,
el muñeco de un hombre.
Jamás podrás decir cómo te he obligado
a hacerme compañía:
sea nuestro secreto.
Yo te he liberado de una muerte temprana
(perdóname de nuevo)
entre la ingenua flor de la juguetería.
Te he librado por pena,
acaso por terror,
acaso por creer
(comprendo que no es cierto)
que me pertenecías.
Viejo Pancho de trapo,
de dulce trapo verde,
escribo este poema
copiándote de cerca,
del natural. ¡A ti!
A ti: quién lo diría.
Qué pocos lo dirían
que no te conociesen.
Y esto eres ahora,
el muñeco de un hombre.
Ya sé yo que aquel día
jamás te hubiese visto
a no ser por tus labios,
por tus inmensos labios
y tu enorme nariz
y tus zapatos, Pancho.
Porque tú, Pancho mío, no estabas esperándome.
Esperabas los ojos asombrados de un niño,
el paquete cerrado con lazos cuidadosos,
el grito de alegría.
¿Pero acaso -contesta-
no me has hecho mirarte
con los ojos remotos de otro niño olvidado?
Tú callas.
Sí, no ignoro
que no puedo engañarte.
Aquel niño no existe.
Acompañas a un hombre
que te obliga a durar
entre papel y días
y libros y sus sueños.
Qué historia, viejo Pancho,
durar a duras penas
de un lunes a otro lunes,
de un otoño a otro otoño,
mudar la risa en llanto,
el llanto en vida nueva,
los días en más días.
Te digo que estoy vivo,
en suma. Ya me entiendes.
Tú tienes tu casaca
con un remiendo sólo,
tu cuello almidonado
con su lazo impasible,
el gorro siempre puesto
(no te descubras nunca)
la negra piel de trapo
y los brazos abiertos
casi crucificados.
Porque también a ti
te hicieron (¡tan grotesco!)
hermoso Pancho mío, a nuestra imagen.
NO INÚTILMENTE
Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de las palabras.
No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres.
Te respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué boca
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.
Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.
Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.
(de La memoria y los signos, 1960/65)
La primera caída de la nieve
y el silencio tenaz de la naturaleza
en el amanecer.
Me esfuerzo en descifrar un pájaro.
¿No acudirá en definitiva el día
mudo en el antedía
de tanta claridad?
Late en mi mano un pájaro,
la longitud entera de su vuelo
en el primer silencio de la nieve.
¿Quién eres tú?
¿Qué despierta contigo
en este despertar?
(de Mandorla, 1980/82)
XXX
Venías, ave, corazón, de vuelo,
venías por los líquidos más altos
donde duermen la luz y las salivas
en la penumbra azul de tu garganta.
Ibas, que voy
de vuelo, apártalos, volando
a ras de los albores más tempranos.
Sentirte así venir como la sangre,
de golpe, ave, corazón, sentirme,
sentirte al fin llegar, entrar, entrarme,
ligera como luz, alborearme.
(de El fulgor, 1983/84)
HOMAXE
Si fóramos ainda pola noite,
pola mollada noite das areas,
si contigo tivéramos ollado
o mar,
si as mesmas verbas foran,
eiquí e agora, nosas,
si coma ti morréramos,
para máis non morrer, na raia
onde se axunta o deus
co valeiro do deus
e xurde unha luz nova,
si para sempre as augas navegáramos
onde ficache ó fin desnudo,
e si de mau en mau
nos díramos a prenda e o sinal
do teu futuro ou do teu soño.
Mais ti voltache
como voltan os héroes e os reis mortos
na non distinta luz do mencer.
Na fiestra valeira
deixache qué: un coitelo,
o gume agudo dunha verba
pendurada no ar, teu desdibuxo
e tua côr de esquenzo.
Latexa a frol do ar.
(de Cántigas de alén, 1980/96)
Si después de morir nos levantamos,
si después de morir
vengo hacia ti como venía antes
y hay algo en mí que tú no reconoces
porque no soy el mismo,
qué dolor el morir, saber que nunca
alcanzaré los bordes
del ser que fuiste para mí tan dentro
de mí mismo,
si tú eras yo y entero me invadías
por qué tan ciega ahora esta frontera,
tan aciago este muro de palabras
súbitamente heladas
cuando más te requiero,
te digo ven y a veces
todavía me miras con ternura
nacida sólo del recuerdo.
Qué dolor el morir, llegar a ti, besarte
desesperadamente
y sentir que el espejo
no refleja mi rostro
ni sientes tú,
a quien tanto he amado,
mi anhelante impresencia.
(Elegía: fragmento)
(de Fragmentos de un libro futuro, 1991/2000)
CORONA FÚNEBRE
Estaba el muerto sobre sí difunto.
Corrieron las estólidas cortinas de la patria
sobre su incorruptible podredumbre.
Señor opaco de las moscas.
Su reino no era de este mundo
ni de otro mundo.
Improvidente error
y largos cementerios sin fin bajo la luna.
De la muerte nos diera innúmeras versiones.
Padre invertido: nos desengendraba.
Viva la muerte, en círculo dijeron
con él los suyos.
Viva, con él, al fin la muerte.
La muerte, sus bastardos, sus banderas.
(1975)
Etiquetas: Poesia
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